martes, 3 de marzo de 2015

LA TUMBA DE SERVILIA DE LA NECROPOLIS ROMANA DE CARMONA ( I PARTE )



En el excepcional conjunto arqueológico que constituye la necrópolis romana de Carmona (Sevilla), destacan varias tumbas, por cuestiones de índole ritual o religioso —como la llamada «Tumba del Elefante»—, por la complicada estructura de su cámara funeraria —es el caso de tumbas como la de las «Cuatro Columnas»—, o por otras razones. La Tumba de Servilia sobresale por su nada común monumentalidad, que la convierte en uno de los monumentos funerarios más ambiciosos de la Hispania romana. 

Jorge Bonsor, también pintor, tan presente en Carmona, en la necrópolis y en la arqueología de la zona en general, no nos ofrece, en sus numerosos escritos, dibujos ni referencias de la Tumba de Servilia. Es curioso, y a la vez lamentable, que en su álbum de dibujos sobre la necrópolis —el Sketch-Book—, no encontremos nada referente a la tumba que ahora nos ocupa (y lo mismo ocurre con otras de no menos interés). La explicación de esta auténtica anomalía la hallamos al recordar algunos detalles de la pequeña historia de la necrópolis y de la biografía de Bonsor. Los trabajos de excavación de la necrópolis comenzaron en 1883, pero desde 1889 Bonsor se dedica especialmente a desentrañar problemas de la apasionante prehistoria de los Alcores; en 1902 compró el castillo de Mairena del Alcor, donde habría de trasladar su residencia, alejándose por tanto de Carmona y la necrópolis. La Tumba de Servilia se excavó en los primeros años del siglo, cuando desde hacía al menos un par de lustros Bonsor dedicaba sus mejores horas al estudio de otros temas. Parece, no obstante, que siempre alimentó el proyecto de hacer un libro más completo sobre la necrópolis, y hemos visto entre sus papeles ciertos indicios que parecen confirmarlo. El proyecto, sin embargo, no fue llevado a cabo, y, por todo, Bonsor resulta ser el gran ausente de cuanto se relaciona con la Tumba de Servilia. 
La necrópolis es un conjunto arqueológico que guarda notable homogeneidad, dentro de una indudable diversidad en la tipología de los monumentos funerarios. La homogeneidad viene dada por la ingente presencia de tumbas familiares consistentes en un edificio exterior, casi siempre perdido, con criptas excavadas en la roca, accesibles mediante pozo o escalera; en ellas se encuentran los nichos para la colocación de las urnas cinerarias, a cuyo pie se suele dejar un banco corrido destinado a recibir las ofrendas o, en su caso, otras urnas. También es rasgo peculiar la existencia de multitud de busta o ustrina consistentes en amplios fosos rectangulares, al fondo de los cuales se abre otro menor para recoger las cenizas y llevarlas a otro lugar —caso de que se trata de un ustrinum— o para dejarlas depositadas en él —si se trata de un busturn. El tipo de cámara hipogea con nichos para las urnas y entrada en pozo o escalera resulta ser la pervivencia en época romana de un tipo de monumento funerario que, con orígenes remotos en Egipto y, más tardíamente, en Siria, se extenderá por todo el Me-diterráneo a partir de aquellos focos orientales. Los antecedentes próximos, en lo geográfico y lo cronológico, los encontramos en el Norte de Africa, entre los monumentos funerarios de la cultura cartaginesa, lo que puede justificar —siguiendo a Baradez— la utilización del término «neopúnico» para definir con una palabra la tipología de las tumbas carmonenses. Es en el Norte de Africa donde se hallan los paralelos más cercanos a nuestras tumbas y donde de forma más coherente se puede seguir el proceso de continuidad monumental desde mediados del primer milenio antes de Cristo hasta la época romana imperial . 

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