miércoles, 19 de febrero de 2014

TIERRA MADRE ( III )


A través del estudio de estos materiales es posible seguir la evolución del mar prehistórico, cuya retirada comienza en el Plioceno inferior, como testimonian las margas y limos en los que se dan fenómenos de sedimentación provocada por crustáceos propios de zonas sublitorales, a una profundidad máxima de entre 20 y 50 metros. Gasterópodos, bivalvos, briozoos y restos de peces, asociados a la sedimentación de otros limos y arenas, indican que se depositaron en fondos no superiores a los 30 metros. Contigua en el espacio y el tiempo a estos limos y arenas, la calcarenita delata su sedimentación en aguas poco profundas. Las colonias de briozoos, junto con la precipitación de carbonato cálcico, podrían relacionarse con zonas de barras costeras formadas durante la regresión.
 
La piedra de alcor, la calcarenita, cuyo color va del amarillo al rojo, recibe su nombre del accidente geológico que emerge frente al glacis de la Vega como un gigantesco espinazo: los Alcores. Éstos y la formación del Aljarafe son los dos accidentes más notables del Valle del Guadalquivir, y entre ambos, el río corre hacia el Sur. Los Alcores ofrecen unas diferencias de cotas y una continuidad lineal de la roca que han sido interpretadas comúnmente como el resultado de una gran falla. Sin embargo, parece que no hay datos suficientes para defender esta idea, ya que la continuidad de las calcarenitas puede ser debida a simple erosión diferenciada, es decir, que los materiales menos compactos han sido desgastados más rápidamente, dejando al descubierto el característico escalón de los Alcores cuyos materiales, más duros, han retardado la acción erosiva. A pesar de todo, el propio Alcor posee un sistema de fallas que confiere al terreno una notable inestabilidad tectónica en algunos puntos.Uno de éstos es precisamente Carmona, que entre varios terremotos de considerable importancia, sufrió en (1504 uno de los tres más grandes ocurridos en la Península junto con el de Lisboa en 1755 y el de la falla Azores-Gibraltar en 1941. Estudios recientes manifiestan que no existe una discontinuidad tectónica en el Alcor que merezca ser tenida en cuenta y que las irregularidades y entrecruzamientos de los estratos pueden deberse a la propia mecánica de sedimentación. El único tipo de ruptura tectónica en la continuidad de la roca es d conjunto de fracturas que se aprecia en el borde del Alcor. Estas fracturas se deben a la distinta naturaleza de los materiales que componen esa especie de hojaldre pétreo: la capa de margas, senuarcillosa y por tanto más blanda, se hunde, y la calcarenita situada encima, menos elástica, sufre distensiones que se transforman en grietas. Al abrirse una fisura en el borde del escarpe, una masa rocosa se desprende y cae rodando por la vertiente. Así, el escarpe del Alcor va retrocediendo lentamente. Las fracturas no suelen ser demasiado extensas pero van sucediéndose unas a otras de forma rotacional a lo largo de los barrancos, de manera que cuando el frente ha sido sucesivamente mordido de un extremo a otro, vuelve a comenzar el proceso. Es cierto que los movimientos sísmicos favorecen y aceleran este mecanismo y que, una vez provocada la ruptura a causa de un temblor, el resto sigue por efecto de solifluxión, como los desmoronamientos que se observan en un montón de arena. Pero, a pesar de todo, no existe el desplazamiento relativo de terrenos que pondría en evidencia una formación por fuerza tectónica.

          
Por Juan Fernández Lacomba y Antonio Calvo Laula

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