viernes, 17 de julio de 2015

CALOR



Me despierto muy temprano, de frente a la  ventana percibo el resplandor del amanecer de un Julio muy caluroso, a lo lejos, oigo el canto de un gorrión atusado por el celo de la época, la temperatura alcanzara en esta zona del Guadalquivir los 44º C. 
El ronroneo de los vehículos a su paso por la Ronda Norte se acentúa debido al trabajo cotidiano. El canto de los gorriones y vencejos  aumenta mientras la mañana avanza,  hasta resultar molesto, veo pasar algunos bandos de palomas zuritas, salidas de las torres de las Iglesias, se encaminan hacia sus comederos  para regresar lo más pronto posible a sus palomares con los buches llenos de semillas. 

Dos personas con ropas deportiva están paradas cerca de la cafetería de la plaza, una de ellas comenta que la botella de agua que lleva en la mano lo mismo sirve para saciar la sed como para aliviar el dolor de sus lacerados pies escocidos por el sudor, la otra, sonríe y apunta que su coche se derretirá al sol como un polo de nieve. El ruido de los aires acondicionado parece calmarse después de una noche de insomnio, miro hacia el Este allá por donde sale el Sol, las banderas del torreón del Arco de la puerta de Sevilla se han contagiado de la dicha calma, presagiando otro día de calor insoportable. 

Pronto las viviendas recalentadas un día más, cerraran sus puertas y ventanas, para que la flama  que se avecina no se haga dueña de ellas. El calor que se desprende del asfalto  hacen que los transeúntes busquen la sombra de la aceras, sorteando el goteo incesante de los aparatos de aire acondicionado. La mañana avanza, los operarios que trabajan en la calle tienen reflejados en sus rostros el sufrimiento acompañado de gotas de sudor que resbalan por su cara, las camisetas empapadas piden a grito que sople algo de aire para sentir el frescor de la evaporización. Al medio día el sol cae de lleno como una espada de Damocles, las calles desiertas acompañadas de unas tímidas sombras se avergüenzan de la brisa que transita, quemando el rostro del osado transeúnte, el día se para, la hora de la siesta llega y el sol se convierte en el crisol del calor. Miro la plaza y me fijo en uno de sus árboles, el que está más  cerca de la fuente, esta torcido, como si implorara una pizca de clemencia hacia el divino liquido, no se siente nada, el silencio es absoluto, llegara la tarde para que los dueños de esos  perros mal educados hagan sus necesidades mas urgente en cualquier esquina,  incluso en la ruedas de los  vehículo más cercanos…..
Me canso de escribir con este bochorno, recuerdo una frase que leí hace tiempo en un medio de comunicación que decía: “EL VERANO ES PARA LOS RICOS”



      Articulo escrito por : El alcaraván comí


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