domingo, 15 de junio de 2014

LA IGLESIA DE SANTA MARIA ( FINAL )

Las bóvedas del coro y trascoro, ó sea las que van desde el crucero hasta la puerta de Poniente, aunque se parecen mucho á las de la célebre catedral de León, no por eso dejan de pertenecer al tercer periodo ojival, teniendo formadas sus archivoltas y aristas con la ojiva rebajada ú obtusa. Las naves laterales corresponden y están en relación con la nave central, habiendo algunas de bastante mérito. En derredor de ellas existen diez capillas destinadas al culto, que si no presentan todas un estilo uniforme é igual, debido es á que fueron construidas en diferentes épocas. Entre todas merece especial mención la de Nuestra Señora de Gracia, que consta de planta cuadrada hasta la cornisa, donde afecta la forma de un poligono regular de ocho lados. De la cornisa nacen diez y seis columnas jonicas con su arco de entrada, y abierta una ventana en cada lado del polígono. Las columnas sirven de sostén al cornisón, del que arranca la bóveda, la cual es circular, y rodeada de estrias semicirculares con detalles primorosamente esculpidos. La torre, sin ser una obra acabada de arte, llama con justicia la atención por su trazado y buen corte. Consta de tres cuerpos. El primero es cuadrangular, todo de ladrillo, y aloja en su interior una escalera empinada y estrecha para la subida. Limita la parte superior de este primer cuerpo una galería ó ándito descubierto, sobre los vértices de cuyos ángulos se alzan cuatro agujas, que con mal acuerdo y peor gusto han sido modificadas en estos últimos años. El segundo cuerpo ó de las campanas está coronado por ménsulas que sostienen una cornisa por demás graciosa y original; y el tercero, al que se llega por estrecha escalera de caracol, se compone de pilastras rematadas por una aguja de azulejos. La torre de Santa María tiene el defecto de ser poco elevada: se encuentra como ahogada por los grandes edificios que la rodean. Si la hubieran dado algunos metros más de altura, su elegancia resaltaría mucho más.


      Por : Don Manuel Fernández y Lopéz

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